«La voz de estos poemas es un paisaje antes que cualquier otra cosa. Un paisaje animal. Un río y su flujo de sueños. Una niña que añora el pueblo. Una joven que cubre al hijo con las manos y las manos con la tierra. Una mujer que viaja al otro lado del océano, camina hasta el cansancio, se derrumba en la ciudad, choca con alguien.
“Señalar una luz tierna / y comérmela”, dice un verso de Laura Sanz, porque en este libro hasta la luz puede comerse. Cada poema nace y muere en la boca: alimento para los pájaros, sabiduría precoz.
Entre palabra, golpe y silencio, ella desmenuza cada posibilidad material de un mundo inenarrable. No se aferra a nada y así, con la dulzura del desprendimiento, mata la geografía de los cuerpos de piedra».
«La voz de estos poemas es un paisaje antes que cualquier otra cosa. Un paisaje animal. Un río y su flujo de sueños. Una niña que añora el pueblo. Una joven que cubre al hijo con las manos y las manos con la tierra. Una mujer que viaja al otro lado del océano, camina hasta el cansancio, se derrumba en la ciudad, choca con alguien.
“Señalar una luz tierna / y comérmela”, dice un verso de Laura Sanz, porque en este libro hasta la luz puede comerse. Cada poema nace y muere en la boca: alimento para los pájaros, sabiduría precoz.
Entre palabra, golpe y silencio, ella desmenuza cada posibilidad material de un mundo inenarrable. No se aferra a nada y así, con la dulzura del desprendimiento, mata la geografía de los cuerpos de piedra».