Los poemas que componen el libro se equilibran entre la ternura y la brutalidad, en medio del desasosiego de la naturaleza, aquellos paisajes que el extractivismo aún nos permite registrar con la mirada y la memoria. La muerte surge como una presencia, un desencanto más en medio de la precariedad, una sombre que activa y repliega las imágenes, que se vuelven el mismo territorio y sus marcas geográficas, contextualizando lo social y reafirmando su lugar de escritura: las zanjas, el peladero, las quebradas, los cambios arquitectónicos, las degluciones del capitalismo frente a la infancia y sus contrastes, sus faltas. (Gladys González)
Los poemas que componen el libro se equilibran entre la ternura y la brutalidad, en medio del desasosiego de la naturaleza, aquellos paisajes que el extractivismo aún nos permite registrar con la mirada y la memoria. La muerte surge como una presencia, un desencanto más en medio de la precariedad, una sombre que activa y repliega las imágenes, que se vuelven el mismo territorio y sus marcas geográficas, contextualizando lo social y reafirmando su lugar de escritura: las zanjas, el peladero, las quebradas, los cambios arquitectónicos, las degluciones del capitalismo frente a la infancia y sus contrastes, sus faltas. (Gladys González)