Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, es una de las figuras históricas más enraizadas en el imaginario colectivo de los españoles, desde el Cantar de mio Cid hasta la película de Anthony Mann, protagonizada por Charlton Heston y Sofía Loren. Pero ¿fue el Cid un héroe, un símbolo de la cristiandad cruzada, tal y como a menudo se le ha querido pintar?
Lo que precisamente distingue al Cid histórico es su cualidad de antihéroe, de señor de la guerra capaz de forjar su destino a hierro y labrarse su propio reino. David Porrinas, uno de los mayores expertos en el tema, tal y como acreditan sus numerosísimas publicaciones, plasma en este libro todo lo que la investigación histórica ha alumbrado del Cid, enfocado, en particular, hacia perspectivas poco tratadas como son las de la guerra y la caballería. La obra presenta al personaje en su tiempo, su mentalidad y sus circunstancias: el escenario para la epopeya del Campeador en una península Ibérica donde los reinos cristianos comienzan a expandirse a costa de las débiles taifas andalusíes, con fronteras mutables y permeables, y donde irrumpen, por un lado, los fanáticos almorávides y, por otro, la idea de cruzada.
Y en medio, el Cid, quien en buena hora ciñó espada.
Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, es una de las figuras históricas más enraizadas en el imaginario colectivo de los españoles, desde el Cantar de mio Cid hasta la película de Anthony Mann, protagonizada por Charlton Heston y Sofía Loren. Pero ¿fue el Cid un héroe, un símbolo de la cristiandad cruzada, tal y como a menudo se le ha querido pintar?
Lo que precisamente distingue al Cid histórico es su cualidad de antihéroe, de señor de la guerra capaz de forjar su destino a hierro y labrarse su propio reino. David Porrinas, uno de los mayores expertos en el tema, tal y como acreditan sus numerosísimas publicaciones, plasma en este libro todo lo que la investigación histórica ha alumbrado del Cid, enfocado, en particular, hacia perspectivas poco tratadas como son las de la guerra y la caballería. La obra presenta al personaje en su tiempo, su mentalidad y sus circunstancias: el escenario para la epopeya del Campeador en una península Ibérica donde los reinos cristianos comienzan a expandirse a costa de las débiles taifas andalusíes, con fronteras mutables y permeables, y donde irrumpen, por un lado, los fanáticos almorávides y, por otro, la idea de cruzada.
Y en medio, el Cid, quien en buena hora ciñó espada.