Marta Blanco escribe desde la circularidad de la vida y el tiempo, aferrándose a la palabra que atrapa la memoria huidiza para desnudar el mito que se confunde con la Historia.
Desde hace más de siglo y medio Constanza Nordenflycht permanece en silencio, bajo la lápida 262 del Patio Histórico del Cementerio General. Silencio de amores y desamores con Diego Portales que esta novela rompe en un juego de voces desde los inicios de la República y más atrás, y más acá, para contar la verdad imaginaria de una mujer herida que decide hablar, acompañada por el coro de sus contemporáneos: aunque no quieras, Yo; dicen por ahí.
No se vive en línea recta, ni se escribe la vida con frases rectilíneas, por eso, La emperrada no es solo el relato de una o de un sátrapa, no habla de locura o lucidez, de amor o desamor, sino de todo ello, recogiendo el sentir esencial: fuerza, pasión, enojo y humor, tal como ocurre la vida misma.
Imposible catalogar esta novela como histórica o como un relato de amor, aunque ahí esté su primer impulso. Es simplemente la metáfora o el símbolo de una época y sus personajes, el regreso de Constanza a través de la palabra y las trampas del tiempo.
Marta Blanco escribe desde la circularidad de la vida y el tiempo, aferrándose a la palabra que atrapa la memoria huidiza para desnudar el mito que se confunde con la Historia.
Desde hace más de siglo y medio Constanza Nordenflycht permanece en silencio, bajo la lápida 262 del Patio Histórico del Cementerio General. Silencio de amores y desamores con Diego Portales que esta novela rompe en un juego de voces desde los inicios de la República y más atrás, y más acá, para contar la verdad imaginaria de una mujer herida que decide hablar, acompañada por el coro de sus contemporáneos: aunque no quieras, Yo; dicen por ahí.
No se vive en línea recta, ni se escribe la vida con frases rectilíneas, por eso, La emperrada no es solo el relato de una o de un sátrapa, no habla de locura o lucidez, de amor o desamor, sino de todo ello, recogiendo el sentir esencial: fuerza, pasión, enojo y humor, tal como ocurre la vida misma.
Imposible catalogar esta novela como histórica o como un relato de amor, aunque ahí esté su primer impulso. Es simplemente la metáfora o el símbolo de una época y sus personajes, el regreso de Constanza a través de la palabra y las trampas del tiempo.