Una chica relata ante un auditorio compuesto por cabezas de botargas la historia de su último amor. Si esta imagen no resulta del todo escalofriante, en el conjunto de cuentos que componen este libro de Irasema Corpus hay más espacio para la perturbación y la ansiedad que produce el choque de la realidad con lo esperpéntico.
Así, aquí hay intercambio de photocards de Idols de K-pop, habitaciones en obra negra, una trabajadora del hogar que escucha cuentos escritos por la mujer que la contrata, así como visiones y personajes alucinados que deambulan entre la locura y la venganza. Y todo esto se cuenta con una precisión que permite la construcción de una atmósfera en donde uno, como lector, se encuentra en alerta, porque sabe que algo malo va a ocurrir. Y cuando ocurre, también, uno como lector, lo agradece. Porque ha sido sorprendido. Porque sabe que la lectura nos convoca a lo inesperado. Este conjunto de cuentos, este debut afortunado nos confirma que estamos ante una narradora que sabe tocar los límites de la cordura y extraer de ellos la belleza frágil de nuestra humanidad aterida.
Una chica relata ante un auditorio compuesto por cabezas de botargas la historia de su último amor. Si esta imagen no resulta del todo escalofriante, en el conjunto de cuentos que componen este libro de Irasema Corpus hay más espacio para la perturbación y la ansiedad que produce el choque de la realidad con lo esperpéntico.
Así, aquí hay intercambio de photocards de Idols de K-pop, habitaciones en obra negra, una trabajadora del hogar que escucha cuentos escritos por la mujer que la contrata, así como visiones y personajes alucinados que deambulan entre la locura y la venganza. Y todo esto se cuenta con una precisión que permite la construcción de una atmósfera en donde uno, como lector, se encuentra en alerta, porque sabe que algo malo va a ocurrir. Y cuando ocurre, también, uno como lector, lo agradece. Porque ha sido sorprendido. Porque sabe que la lectura nos convoca a lo inesperado. Este conjunto de cuentos, este debut afortunado nos confirma que estamos ante una narradora que sabe tocar los límites de la cordura y extraer de ellos la belleza frágil de nuestra humanidad aterida.