Tamara Silva Bernaschina nos regala en esta novela —de páginas de celulosa, hechas de agua, como un inicio— hitos de ascensos y descensos por los rayos que inauguran o fulminan confianza y desazón, frustración y empeño, pero por sobre todo —y por debajo de todo— la demostración de algo que puede ser y no ser al mismo tiempo, algo que mata y resucita las nociones, y es la escritura.»
Emocionante como una playa, por primera vez.
Magela Ferrero
«La novela consigue una especie de irradiación o atmósfera: algo como un flash sostenido. Su escritura apacible está afectada sutilmente por una falla (en el sentido sismológico) poética. Por un lado, hay una fabulación extrañada y morosa que se arma según la velocidad mínima de ciertos personajes antiheróicos y minuanos. Por otro lado, ese mundo está intervenido por una forma de la imaginación que proyecta relaciones narrativas (o poéticas) insólitas pero necesarias: un vínculo verosímil entre el mundo mediterráneo y árido de las canteras de Lavalleja y los sonidos hipergraves que emiten los rorcuales titánicos.»
Tamara Silva Bernaschina nos regala en esta novela —de páginas de celulosa, hechas de agua, como un inicio— hitos de ascensos y descensos por los rayos que inauguran o fulminan confianza y desazón, frustración y empeño, pero por sobre todo —y por debajo de todo— la demostración de algo que puede ser y no ser al mismo tiempo, algo que mata y resucita las nociones, y es la escritura.»
Emocionante como una playa, por primera vez.
Magela Ferrero
«La novela consigue una especie de irradiación o atmósfera: algo como un flash sostenido. Su escritura apacible está afectada sutilmente por una falla (en el sentido sismológico) poética. Por un lado, hay una fabulación extrañada y morosa que se arma según la velocidad mínima de ciertos personajes antiheróicos y minuanos. Por otro lado, ese mundo está intervenido por una forma de la imaginación que proyecta relaciones narrativas (o poéticas) insólitas pero necesarias: un vínculo verosímil entre el mundo mediterráneo y árido de las canteras de Lavalleja y los sonidos hipergraves que emiten los rorcuales titánicos.»