Un neurótico profesor de historia anda tras la pista de un hombre obsesionado en beber sangre y alcanzar la vida eterna: un vampiro que ronda la calurosa ciudad de Maracaibo, en Venezuela. Un detective jubilado se convierte en su aliado y su mejor informante.
Un vampiro en Maracaibo no se preocupa por los géneros. Es una novela perfectamente encuadrada dentro de la literatura del siglo XXI, que juega, que se atreve en un mar agitado y sale airosa. Como novela modernísima (o postmodernísima), Un vampiro en Maracaibo hecha mano de varios registros; toma el género detectivesco, la crónica roja del periodismo (no pude dejar de pensar, por ejemplo, en esos programas mexicanos o de Miami que hablan del chupacabras), la pequeña historia local y el cine clásico, y a todo esto le inyecta humor y terror, en una demostración lúdica fenomenal de lo que puede hacer un escritor de nuestros tiempos con la forma sin caer en hermetismos vacíos y sin darle la espalda a sus lectores.
Un neurótico profesor de historia anda tras la pista de un hombre obsesionado en beber sangre y alcanzar la vida eterna: un vampiro que ronda la calurosa ciudad de Maracaibo, en Venezuela. Un detective jubilado se convierte en su aliado y su mejor informante.
Un vampiro en Maracaibo no se preocupa por los géneros. Es una novela perfectamente encuadrada dentro de la literatura del siglo XXI, que juega, que se atreve en un mar agitado y sale airosa. Como novela modernísima (o postmodernísima), Un vampiro en Maracaibo hecha mano de varios registros; toma el género detectivesco, la crónica roja del periodismo (no pude dejar de pensar, por ejemplo, en esos programas mexicanos o de Miami que hablan del chupacabras), la pequeña historia local y el cine clásico, y a todo esto le inyecta humor y terror, en una demostración lúdica fenomenal de lo que puede hacer un escritor de nuestros tiempos con la forma sin caer en hermetismos vacíos y sin darle la espalda a sus lectores.